martes, 22 de noviembre de 2011

Aguas frescas

De alguna manera teníamos que morirnos, ¿no? Y yo prefiero que haya sido así, sin morirnos tanto. Al final de cuentas tenemos el trabajo estable, un lugar adonde llegar, el par de piernas en la cama, ya no necesitamos masturbarnos (de vez en cuando todavía, pero lo que se llama necesidad, pues no); la tele plana, más delgada de lo que estuvo jamás nuestra mujer, y un poco más barata. No nos falta nada, y hasta nos sobra ese raro impulso de tomar el cuchillo y encajárselo en alguna vena importante, de verles los ojos a punto de salirse (o como sea que lo narren los hombres que narran homicidios y esas cosas). Nos sobran ganas de sangre, pero mejor nos las bebemos con este vaso de agua de limón que le queda divino a Gabi. ¿Alguien quiere un vasito de agua de limón?