domingo, 16 de enero de 2011

Princesa

La niña se encierra en un castillo confuso pero transparente. Ella sabe que hay gatitos y ratones conviviendo y tomando el té, que no hay puertas cerradas y que todo está al alcance de la mano. Está acostada en un colchón que puede convertirse en elefante y, con su trompa, alcanzarle las uvas que cuelgan del techo. Ella las come y puede sonreír o dormirse. El oso en el que descansa se pone bocarriba y le acaricia la espalda con sus garras de estambre. Pronto vendrá mamá a peinarle sus cabellitos negros, a cantarle al oído, a decirle que se quede quieta cuando la está peinando. Los bracitos de la niña no se mueven, su cuerpo está pálido e inerte, su cuerpo sigue vivo. El hombre, aún en erección, cierra discretamente la puerta y vuelve a la cama con su mujer.

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