jueves, 13 de enero de 2011

¿Y a ti quién te mató, madre? (Fragmento 5)


Él llegaba arrastrando los pies, óiganme eludiendo su nombre como si yo fuera un judío y Él Yahvé, pero algo hay de cierto en esto aunque él no quiera admitirlo pues Yahvé aunque invisible está siempre presente para atormentar ceñudo y terrible al débil implacable celoso de su nombre, pero es que Él nunca fue otra cosa que un pronombre mi madre se cansó de castigar mi carne para obligarme a llamarlo Padre pero mi lengua se pegaba a mi garganta y no salía voz alguna cuando intenté obedecerla Señor fue el único nombre que usé para llamarlo, aunque él en realidad nunca lo llamara pues sólo había el silencio cuando Él estaba en casa así es como un judío, podía sentir su andar en mis tripas cuando se acercaba fingía una absoluta atención en mis juegos pero yo sabía que Él sabía que esto era falso mi temblor de lágrimas me delataba lo oía venir furioso y mi mundo temblaba hubiera querido huir, había huido las primeras veces cuando sus pequeñas piernas comenzaron a permitírselo pero su madre le cortaba el camino con todos sus años y morado y rojo terminaba su cuerpo niño, si algo sangraba era mi rodilla porque resbalaba huyendo de ella o mi nariz si al resbalar mis manos no eran lo suficientemente rápidas para frenarme pues yo era muy chico entonces, y ella gigante y despeinada le exigió sin explicar nada que cada que lo hiciera, sólo era correr ¿es tan terrible correr?, el castigo sería peor lo cumplió, pero no podía cerrar mis ojos no servía de nada mis manos estaban ocupadas fingiendo y mis oídos mis oídos quedaban abiertos recibiendo el crujir de sus dedos el gargajo-proyectil los carajos y chingatumadres cuando se iba alejando de mí, pocas veces me pegó y lo hacía con tal desgana que apenas lo sentía, pero lo que le hacía a su madre era peor que si le hubiera destrozado las piernas a palos, lo veía arremangarse entrar con mamá cerrar la puerta comenzaba entonces a escucharse no me acuerdo qué, los golpes resuenan en mi cabeza todo el tiempo caiga un diluvio alguien dígame que soy bueno que ya ya ya todo está bien, y después oía la voz de mi madre y la Suya, gritos de dolor trenzados a los de rabia gritos de hombre y mujer con un niño afuera un niño que quiere correr y parar los gritos con una fuerza que no tiene, ¿qué pasaba después? yo me iba con mis vecinos que me regalaban leche y me acariciaban la cabeza sin hacer una sola pregunta

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